sábado, 26 de julio de 2014

La sonrisa en los políticos

Sin duda es mejor transmitir alegría y confianza que tristeza o preocupación y eso debe ser la primera norma de comunicación para los políticos al uso y sus asesores no deben cesar de recordárselo. Así ocurre que es dificilísimo ver la fotografía de un político -salvo en actos luctuosos- sin comprobar simultáneamente el estado de su dentadura. De Pedro Sánchez, por ejemplo, no conocería su expresión de contrariedad si no hubiera tenido ocasión de verle en un debate con Pablo Iglesias: sonríe casi de continuo, en todas las circunstancias -ignoro el motivo de tal euforia- que creo yo que algún experto debería decirle que semejante persistencia en ese gesto podría deformarle la cara y dejarle para siempre como Joker, el de Batman.
Y es que, como en casi todo, el exceso no es bueno; sonreir tan a menudo con la que está cayendo sobre el país puede ser interpretado no como prueba de optimismo, sino como reflejo involuntario de imbecilidad profunda. Esto reza también -sobre todo- para  la mayoría de los miembros del gobierno y los portavoces del partido que lo sustenta; creo que en su caso cualquier sonrisa es claramente contraproducente al efecto que pretende conseguir.

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